14 de abril de 2010
Es de nuestra propiedad la tierra que pisamos. Por José Joaquín Pallarés Macías
Cuánta ignorancia hay sobre la inmigración y qué poca empatía con nuestros semejantes, que fácil es hablar desde la comodidad de un sofá, una buena casa y un gobierno que no te persigue te tortura o que simplemente deja que te mueras de hambre, si es que en algún momento los gobiernos de estas personas emigrantes, saben siquiera que existen. Cuánta demagogia barata, cuánta hipocresía, cuántos nuevos ricos y acomodados ciudadanos que han tenido la gran suerte, que la ruleta de la vida les diera un lugar digno donde vivir y desarrollarse. En definitiva cuánto egoísmo, qué poca educación, qué pocos valores, y lo peor de todo es que a mis veintiocho años veo que vamos a peor.
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Muy buena elección. Me parece que la idea que siempre hay que tener presente para reflexionar sobre la inmigración es que no lo hacen por gusto. ¿Quién sería tan simple como para pensar tal cosa? Se van de su país, que por muy mal que les trate, es donde se sienten identificados cultural y socialmente, e inician una aventura hacia lo desconocido, hacia un territorio probablemente hostil. Así pues, ¿por qué lo hacen? Llegaremos entonces a conclusiones desoladoras y que nos tienen que llevar a actuar en una sola dirección, que es la de ayudarlos, integrarlos, "legalizarlos", no discriminarlos...
ResponderEliminarEs una pena que, admitámoslo, a veces me entre una especie de intranquilidad cuando voy solo por la calle y me veo venir de frente a un grupo de marroquíes... ¡Que probablemente vienen de su trabajo!
Por eso tampoco se puede pensar que este problema es fácil de solucionar: ni cerrar el país a cal y canto, ni abrir de par en par las puertas. La solución, desde luego, no soy yo el que la va a encontrar (por desgracia).